El cortometraje se vislumbró en compañía de mi abuela y mi sobrina. Comencé a documentarlas mientras una crecía entusiasmada con la vida y otra en un duelo por una muerte cercana. Ambas etapas de la vida que parecen lejanas, comenzaron a trazar vínculos estrechos que, a lo largo de mi proceso como cineasta, no dejaron de sorprenderme. Elvira, mi abuela, y Fernanda, mi sobrina, con notoriedad mostraban su manera de entender el mundo entre realidades y fantasías que les ayudaban a enfrentar su entorno y hacerse presente en él.

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Junto con ellas me atreví a imaginar nuevos espacios y a re-construir los viejos. Naturalmente, las imágenes se empezaron a articular por nuestra cercanía. Tanto en nuestra memoria individual como colectiva, lo real y lo imaginado, nos une un mismo lugar: la casa familiar. La casa es el lugar común de todas y el lugar de enunciación de nuestras memorias. En esos espacios todas crecimos contando y escuchando historias; historias que aunque no sean auténticamente nuestras, nos pertenecen de una u otra forma. Este proyecto se desarrolla en esa(s) casa(s) y en asumirse como un recuento de muchas.

 

Compartimos y vivimos juntas la historia de este cortometraje. Y lo más importante para mí: hemos imaginado y soñado sus posibilidades.